Bienvenida a todos

En el verano 2014, del 5 al 19 julio, fue dado a la congregación un tiempo de gracias. Algunas lo han vivido, quienes en la alegría, quienes en la oración, quienes en el sufrimiento, pero todas con manos a la obra. Fue el Capítulo General de las Religiosas Hospitalarias de San José.
Recordemos la provocación que nos dejó con su orientación:

«... Arriesguemos ser discípulos de Jesús con gestos proféticos…»

Arriesgar, no es el dulce descanso en la feliz beatitud. Arriesgar, se lee en el diccionario, es «tener el atrevimiento, el coraje de..., es intentar, emprender con coraje, con audacia.» Y cuando se comenzó, tenemos que continuar con la misma audacia, el mismo coraje, la perseverancia y la constancia, para llegar a la meta.

Cuánto Jerónimo Le Royer de la Dauversière, en respuesta a una inspiración acogida en su oración, HA ARRIESGADO emprender esos tres inmensos proyectos: La fundación del Hôtel-Dieu de La Flèche y en otras partes, en Francia, para con los enfermos abandonados, la de las Hospitalarias de San José y, más adelante, la fundación y el establecimiento de Ville-Marie en el Canadá.

Todas esas fundaciones, él las pensó, planificó y cumplió con gran coraje, no para sí mismo pero porque se sentía  interpelado a RESPONDER A UN LLAMADO DE DIOS, para la evangelización y el cuidado de los que sufren en su tiempo. No podemos equivocarnos al creer que esas gracias de coraje y de audacia, para arriesgar, le fueron dadas por El quien le llamaba.  Dom Guy-Marie Oury hace resaltar que Jerónimo Le Royer «no buscó grandes cosas para sí mismo, pero las asumió porque había escuchado el llamado de Dios.» (Positio, pág. 531). 

Estas gracias de confianza, de fe y de audacia le dieron la fuerza de arriesgar cumplir estas acciones proféticas de fundación, a la vez respondiendo a las contestaciones que le llegaban de todas partes. A la objeción que «la empresa de Montreal era temeraria, con un gasto enorme, y además convenía más a un Rey, con todos los peligros de la navegación  y los naufragios», él contestaba: «Encontrarán mejor que lo que pensaban al decir una obra de Rey, porque el Rey de Reyes, se metió allí y es a él que el mar y los vientos obedecen, por consiguiente, no tememos los naufragios que El suscitará sino cuando lo necesitaremos y que será expediente para su gloria». Arriesgando gestos proféticos grandiosos, nuestro Fundador se abandonó a Dios en la confianza total, en la perseverancia y la constancia. (Positio, pp. 531- 532).

Desde Ville-Marie, la Hna. Marie Morin, primera historiadora del Hôtel-Dieu y de la colonia,  testimoniará más adelante que el Señor Le Royer  se había entregado plenamente en esta obra de Dios: «No escatimó ni sus penas ni sus cuidados para contribuir a este gran designio… hasta incluyendo su fortuna personal.» Dio todo, hasta su vida; después del envío en Ville-Marie de las tres primeras Hospitalarias, y falleció en grandes sufrimientos, el día 6 de noviembre de 1659.

Y nosotros, hoy, personas de todas condiciones, comprometidas en la vida, nosotras aspirantes, postulantes, novicias, asociado(a)s  y  RHSJ de toda edad: activas, jubiladas, probadas por la enfermedad, ¿qué podemos ARRIESGAR para responder al llamado de Dios, al grito de las personas que sufren y que son desfavorecidas? ¿Qué gestos proféticos estamos listos a poner en los pasos de nuestro Fundador, sin temer peligros y «naufragios»?

Hna. Marie-Thérèse Laliberté, r.h.s.j.
Superiora General

Montreal, 6 de noviembre de 2014.